En la narrativa contemporánea del emprendimiento, el éxito suele ir acompañado de imágenes de esfuerzo extremo, largas jornadas, presión constante y una obsesión con los resultados. Sin embargo, detrás de esta fachada muchas veces se esconde una realidad silenciada: el deterioro de la salud mental. En un mundo donde la inmediatez es norma y el rendimiento constante es exigencia, hablar del bienestar emocional de los emprendedores no solo es relevante, sino urgente.
En una conversación profunda que sostuve con la psicóloga Dennise Jusidman —experta en desarrollo organizacional, psicoterapia y coaching— quedó claro que, aunque la salud mental ha ganado visibilidad en los últimos años, sigue siendo un tema poco abordado, especialmente en el entorno empresarial y emprendedor. Las normas como la NOM-035 intentaron abrir el debate, pero no lograron permear con la profundidad necesaria. Más allá de formatos y cumplimiento normativo, lo que falta es una conciencia real de que el bienestar emocional no es opcional: es estructural para la sostenibilidad de cualquier proyecto.
Un aspecto clave que Dennise resaltó fue la diferencia entre las organizaciones y los individuos que emprenden. Mientras las empresas pueden incorporar programas de bienestar, los emprendedores suelen estar solos, operando desde una narrativa de autosuficiencia que los lleva a ignorar señales de agotamiento. En ellos pesa un perfil psicológico de alta autoexigencia, perfeccionismo y presión constante por alcanzar el éxito, lo que muchas veces deriva en cuadros de ansiedad, insomnio e irritabilidad. El problema no es vivir momentos de estrés, sino no saber gestionarlos ni poner límites.
También abordamos un punto generacional interesante: aunque los emprendedores jóvenes valoran el bienestar y buscan equilibrio, están atrapados en la paradoja de quererlo todo al mismo tiempo. Quieren cambiar el mundo, tener tiempo personal, cuidar su cuerpo y, a la vez, levantar un negocio desde cero. Esta presión por vivirlo todo aquí y ahora, impulsada por una cultura de inmediatez, genera un alto costo emocional que termina afectando su rendimiento, sus relaciones y la viabilidad de sus proyectos.
Por eso, Dennise insistió en la necesidad de estrategias de autorregulación: priorizar el descanso, desconectarse digitalmente, hacer ejercicio, buscar apoyo profesional —ya sea coaching o terapia— y, sobre todo, hacerse una pregunta esencial cada día: ¿cómo me siento? Este ejercicio de autoconciencia, tan simple como tomarse un minuto antes de dormir para reflexionar, puede marcar la diferencia entre continuar creciendo o quebrarse en el proceso.
El emprendimiento es un camino que requiere entrega, pero nunca al costo de uno mismo. Si el cuerpo y la mente no están en equilibrio, no hay modelo de negocio que lo compense. Y quizás, como bien se subrayó en este episodio de Como Va, la mayor inversión que puede hacer cualquier emprendedor no está en su producto ni en su estrategia, sino en su capacidad de cuidarse, escucharse y sostenerse en el tiempo.